CAPITAN JOSE LUIS ARANEDA CARRASCO
Pedro Muñoz Feliu: “Combate de Sángrar” (26 VI
1881) Relato en las Fuerzas Armadas de Chile.
Album histórico. Tercera parte:
La Guerra del Pacífico, Campaña de la Sierra, Santiago, Editora Atenas, 1928) –
Versión chilena dele Combate de Sángrar
Internet
http:/www.ejercito.cl/heroes.htm
Arriba,
en la desolada sierra peruana, Araneda se encontró acantonado en la hacienda de
Sangra o Sángrar, donde fue atacado por las fuerzas diez veces superiores del
Coronel Vento. Las tropas chilenas
parapetadas en los alrededores de la casa principal de la hacienda sumaban 36,
incluyendo a su Capitán. Otros 14, al
mando del Subteniente Ismael Guzmán, ocuparon posiciones adelantadas cuando ya
los enemigos estaban encima. Estos no
pudieron reincorporarse a las fuerzas de Araneda, retirándose hacia Casapalca.
Pocos minutos
después de las trece horas del 26 de junio de 1881, los hombres de Araneda
recibían un nutrido fuego de fusilería desde lo alto de las lomas que rodeaban
la zona. El número de los atacantes no
ha sido posible determinarlo con exactitud.
Araneda había sido informado -y de ello dejo constancia en su parte- que
por la comarca se movían “unos 700 enemigos, de ellos 400 bien armados”.
El Mariscal
Cáceres, como su hija Zoila, notable historiadora, hablan de 100 soldados del
Batallón CANTA Nº 1 y de una columna de 40 montoneros. Mas los citados autores expresan que el Capitán
Araneda mandaba un destacamento de 100 ó 120 hombres, salvo dicen –“unos
cuantos soldados dejados en Cuevas”, el 20-V-1881. De lo anterior, se puede deducir lo parcial
de la versión, pues en realidad, el total de la Compañía de Araneda era de 79
hombres de tropa y 3 oficiales. De éstos, sólo 35 combatirían junto a su
capitán en Sangra, puesto que el resto había sido destacado en Cuevas.
Desde que se inició el abrumador
ataque, el Capitán Araneda animaba constantemente a sus soldados. Estos, atrincherados tras los murallones de
un corral, frente al cuartel improvisado, respondían al fuego enemigo con
cerradas descargas. Después de más de
una hora de combate, recibiendo fuego de todas partes, el Capitán Araneda
ordenó replegarse al edificio que servía de cuartel. Siete muertos y catorce heridos era el saldo
hasta ese momento.
El cuartel disponía de tres
ventanales (uno al frente y uno en cada costado). Por orden de Araneda se abrieron de par en
par, al igual que el portón de entrada, pero la puntería certera de los buines
no permitía que nadie se acercara, pues era dado de baja de inmediato. En vano los hombres del Coronel Manuel
Encarnación Vento, hijo de Don Norberto, trató por todos los medios de
aniquilar a tan porfiado cuanto peligroso adversario.
Se acudió al incendio, a los forados en las paredes,
ruptura del techo, rodados de piedras y peñascos (galgas) desde los cerros
colindantes. Nada resultaba, porque el
Capitán Araneda, empuñando a la sazón un fusil de los caídos, disparaba codo a
codo con los Subtenientes Eulogio Saavedra.
José Dolores Ríos y personal de tropa, por ventanas, puertas y socavón
que se abría.
Se le intimó rendición en
repetidas ocasiones. Las mismas que José Luís Araneda contestaba por intermedio
de su pequeño corneta: José Gavino Aguila de sólo 13 años, a quien hacia tocar
“calacuerda” en señal de lucha hasta morir.
Y así terminó el día y llegó el lunes 27. “hacía trece
horas que sin cesar se batían, a la luz del sol en las trincheras, de noche en
los parapetos, a todas horas rodeados de las llamas del incendio, sin tregua,
sin descanso, sin pan, sin agua, sin hermano socorro, ni clemencia.
¡Pero los diez no se rendían!
A las 2 de la mañana, cuando se
retiraron los hombres de Vento ante el temor de ser sorprendidos por refuerzos
chilenos, sólo quedaban en pie siete soldados, entre ellos el corneta-niño, el
Capitán y los dos Subtenientes. Sólo 10
de los 36 buines que iniciaran el desigual combate. ¡Los diez de Araneda! ¡Los diez de Sangra!
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