COMBATE
DE SANGRAR
26 DE
JUNIO DE 1,881
CARTA
DEL CORONEL DON LUIS G. ESCUDERO
. (LA PRENSA, 26 de junio de 1912)
Lima, 3 de Abril de 1912
Señor Director de LA PRENSA
CIUDAD
Muy
señor mío:
Revisando a mi llegada de Canta los números
atrasados del Semanario “Ilustración Peruana”, que se edita en esta capital, he
encontrado en el que corresponde al 22 de marzo de 1911, un enérgico y bien
meditado artículo suscrito por el coronel don Lizardo Revollé, refutación del
que publicó un Nemesio Ibarra, chileno, en el “Mercurio” de Valparaíso, sobre
el combate de Sángrar.
Las afirmaciones antojadizas lanzadas por éste y la
falta de datos precisos en la respuesta de aquel me obligan a intervenir en el
asunto, usando de la autoridad que me concede la circunstancia de haber
concurrido a esa memorable acción de armas, con el objeto de que no sufra la
verdad histórica.
El señor coronel Revollé, ha cumplido un deber
patriótico adelantándose a refutar el artículo de ibarra y en tesis general, su
trabajo es una contribución importante para la historia de la última guerra
nacional; los errores de detalle en que ha incurrido no se deben a él,
pertenecen a la persona que le suministró datos y que no lo hizo con la
precisión y veracidad reclamada como trataré de comprobarlo en el curso de esta
carta. Con esta salvedad entro en
materia.
Con motivo de los desastres de San Juan y Miraflores,
el ejército nacional se desorganizó, fue necesario para continuar la resistencia
contra el invasor proceder a su reorganización en el interior de la república:
esta misión le toco en Canta al coronel don Manuel Encarnación Vento, con el
carácter de comandante general. Se
ocupaba de esta labor, cuando el 23 de junio de 1,881 a las 4 p.m. recibió del
jefe chileno don Ambrosio Letelier una nota fechada en el Cerro de Pasco, el 21
de dicho mes, imponiéndole que depusiera las armas que decía haber levantado
contra su gobierno y que al no hacerlo, su división arrasaría a su paso por Canta
los pueblos de esa sección territorial
Esta amenaza, lejos de amedrentar al jefe peruano y
las fuerzas en reorganización que le obedecían, los alentó, produjo una
indignación de ira y motivó una reunión de jefes y oficiales, en que se
resolvió salir cuanto antes con parte de las tropas hacia la cordillera de la
“Viuda” o más adelante con el objeto de observar al enemigo y batirlo en caso
necesario. Me cupo la suerte de contribuir a ese acuerdo en la clase de capitán
y como ayudante de la comandancia general.
El día siguiente 24, ejecutando el acuerdo de la
víspera, salimos de Canta con dos compañías del batallón de este nombre, de 120
plazas cada una, comandada, respectivamente, por los capitanes Carlos Zuleta y
Victoriano Calderón, tenientes Marcos Icochea y Práxedes I. Gutiérrez, y
subteniente Pedro I. Patiño, a las que se agregaron 60 canteños voluntarios; y
el resto de la fuerza, 50 hombres, quedó en la entonces villa de Canta para
guarnecerla a órdenes del 2do y 3er jefe del cuerpo, comandante Juan Oyague y
Hernán Villavicencio. Arribamos aquel
día al pueblo de Cullhuay y en él tuvimos conocimiento por don Gregorio Romero,
vecino de Yantag, que fuerzas chilenas habían invadido la hacienda “Sángrar”,
propiedad de don Norberto Vento, padre del coronel Manuel Encarnación
Vento. En el mismo Cullhuay, enfermó el
capitán Zuleta y fue necesario devolverlo a Canta para su curación, asumiendo
por tal motivo el comando de su compañía el teniente Icochea.
El siguiente día 25, continuando la marcha subimos
por Jacaybamba y desviándonos hacia la derecha, avanzamos hasta el fundo
“Ocsamachay” en donde pernoctamos con el doble objeto de concertar el ataque al
enemigo y de ofrecer a nuestras fuerzas un relativo descanso, pues nos
hallábamos en la cordillera luchando con las inclemencias del clima y
careciendo de elementos de todo género; y como medida precautoria, enviamos una
comisión investigadora, compuesta de los señores Emilio Fuentes, subprefecto de
Canta; Andrés A. Hidalgo, Wenceslao Vento y José Bravo (hijo)
EL 26, muy de mañana, salimos de este lugar y en el
punto denominado “Colac” próximo a “Sángrar” encontramos con la comisión que
había logrado distinguir que a corta distancia del sitio referido, caminaba a
nuestro encuentro una avanzada chilena de 19 hombres de caballería, con la que
trabamos combate momentos después al pie de la cumbre de “Lacchigual” y en el
que perecieron de esa avanzada 17 individuos quedando un herido, José Sepúlveda
que hicimos prisionero (murió después y fue enterrado en Capillayoc), escapando
uno cabalgando en una bestia mular y se dirigió a “Sangrar”. Esto tenía lugar a la 1 p.m. más o menos.
Continuando la marcha con entusiasmo y valor,
coronamos la cordillera y en este lugar insinúo
alguien al coronel Vento la idea de acampar, tomando las medidas del
caso, para que descansara la tropa que estaba fatigada y acosada por el hambre
y poder atacar al grueso del enemigo en la madrugada siguiente con el refuerzo
de dos compañías que sin duda avanzaban con ese rumbo de Asunción de Huanga
(provincia de Huarochirí) a cargo del sargento mayor doctor Telésforo L. De
Ortecho, jefe del detall, y los tenientes Dionisio Pimentel y Cipriano Hurtado,
que días antes partieron a Laraos, a someter a los guerrilleros que en esa
sección cometían algunos excesos tolerados por su jefe comandante Aparicio;
pero tal insinuación fue rechazada, resolviéndose, en consecuencia, el ataque a
“Sángrar” en la misma tarde.
Efectivamente, descendimos de la montaña hasta
ponernos frente al enemigo que se hallaba atrincherado ya, en el panteón y
otros sitios de la nombrada hacienda “Sángrar”.
Se rompieron los fuegos a las 5 p.m. y después de más de dos horas de
combate desesperado, se consiguió por nuestra parte desalojar a los adversarios
de sus magníficas posesiones, reduciéndolos en el interior de los grandes
edificios del fundo y en la capilla, desde donde nos hacía fuego nutrido y con
daño evidente. En esta situación
prendimos fuego a la hacienda y conseguimos, de esta manera, reducir a cenizas
al famoso regimiento chileno “Buín”. Sin
embargo, entre las casas de la hacienda se habían ocultado el jefe chileno don
Luís Araneda, tres oficiales y cinco soldados, los mismos que favorecidos por
la densa oscuridad, lograron escapar.
Los fuegos cesaron a las 12 de la noche y a pocos
instantes, una vez que apareció la luna en el firmamento, emprendimos nuestra
marcha de regreso a Canta llevando dos soldados chilenos prisioneros 47 rifles
“Combler”, una bandera del enemigo arrancada en el fragor del combate por el
patriota don Hermógenes Bao, algunas bestias y otras tantas monturas.
De parte de nuestras fuerzas, rindieron
valerosamente la vida el subteniente Juan Climaco Falcón, los voluntarios
Doroteo Molina y José M. Valdéz y 38 individuos de tropa, resultando heridos el
capitán Calderón, el subteniente Patiño y el corneta Bernardino Igreda.
De manera, pues, que el combate de “Sángrar” se
realizó el 26 de Junio de 1881: principió
a las 5 de la tarde y terminó a las 12 de la noche, alcanzando en él las
fuerzas peruanas un triunfo brillante.
Todos los hechos referidos se consignan en los
documentos oficiales con que el coronel Vento dio parte al jefe superior del
Centro, nombrado por el gobierno de entonces don Nicolás de Piérola, general
don Andrés A. Cáceres, que a la sazón se dirigía a Tarma a la quebrada de
Matucana con las fuerzas que pudo organizar y con las mismas que batió más
tarde a los chilenos en Concepción y Marcavalle.
Es de lamentar,
que en la historia de la guerra se haya olvidado de consignar estos hechos y acusa
un descuido punible la desaparición de los partes pasados por Vento, que
contenían abundantes detalles. La
investigación se impone por lo mismo, puesto que no es posible permitir que
sigan corriendo versiones antojadizas que constituyen una ofensa a la verdad y
a la historia. Esta es una cuestión de
honor para los peruanos; se relaciona con una de sus glorias y no aventuro por
lo tanto a suponer omisión culpable, en los que tuvieron por misión
confeccionar la historia.
De otro lado, esa omisión ha sido causa de muchos
dolores y amarguras; los deudos de los que rindieron su vida en esa jornada no
alcanzaron el auxilios con que la nación debió acudirles, y para mayor
sarcasmo, los restos de los valerosos campeones que se inmolaron en esa acción,
yacen abandonados en humildes y solitarios campos, sin un signo exterior, sin
nada que recuerda a la posteridad la grandeza de su alma y su sacrificio, en
aras de los sagrados y permanentes intereses de la patria. ¿Han sido acaso los combatientes de “Sángrar”
dignos de la gratitud nacional? Los sobrevivientes de esa acción sufren también
los dolores de la indiferencia-
Mientras tanto, los chilenos han hecho con los suyos
todo lo que podían hacer, su gobierno los premió en la mejor forma y sorpresa
los elevó hasta la gloria. Ofrezco como
prueba, trozos de periódicos de esa fecha.
(“El Nacional”) “El señor Araneda es un héroe que ha
comprometido la gratitud nacional: el valiente jefe de ese puñado de chilenos
que el veinte y seis de junio de 1881 se sacrificaron en “Sángrar” salvando una
importante parte de nuestro ejército, la división Letelier, de ser atacada con
ventaja para las fuerzas peruanas. Esta
gloriosa acción iguala en heroísmo al combate de Iquique, en que los soldados
de nuestro ejército se batieron contra 700 enemigos durante 13 horas de rudo
batallar”.
(“La Patria”) “posesionado el ejército chileno de la
capital que baña el Rímac, se ocupó en batir las montoneras que merodeaban el
interior del país. A cargo de las
fuerzas que guarnecían las plazas de Chicla y Casapalca, estaba el comandante
don José Luís Araneda, que tenía como ayudantes a los oficiales Ismael Guzmán,
Eulogio Saavedra y José Dolores Ríos. El
total de la tropa era 279. Esto sucedía
el 19 de Junio de 1881. El día siguiente
20. Araneda recibía orden de trasladarse con la tropa de su mando al punto
denominado las “Cuevas”, dejando en este último lugar un destacamento de 15
individuos. Aquí tuvo conocimiento por
varios conductos que marchaba a atacarla una columna peruana compuesta de 700
individuos, de los cuales 400 estaban bien armados. Precavido el peligro que tenía encima el
comandante Araneda redobló los trabajos de defensa mientras enviaba al interior
de la hacienda una patrulla a requisionar víveres. Cuando más atareada se
encontraba la tropa en preparar los medios de defensa los centinelas dieron
aviso de que el enemigo avanzaba. Apenas
hubo tiempo, de prepararse para repeler el ataque. Combate tan desigual, había empezado a la 1
p.m. del 26 de Junio de 1,881. Trabada
la refriega, la tropa chilena se mantuvo por más de una hora en sus posiciones,
causando numerosas bajas al enemigo”
Ahora bien, quitando a todos estos artículos todo el
incienso que contienen, expresan en el fondo el más franco desmentido de las
afirmaciones del chileno Ibarra, quien se empeña en sostener que los “buínes”
que pelearon en “Sángrar” sólo fueron 52.
El parte del comandante Araneda al jefe superior de
las fuerzas chilenas, contiene los siguientes párrafos: “por mi parte, las
pérdidas no eran menores, tanto que momentos después sólo podía disponer de 12
soldados. Con ellos y mis oficiales me
replegué dentro del cuartel resuelto a defender la entrada a todo trance. Esto exasperó al jefe peruano, que ordenó se
pegara fuego al edificio con la intención de que los que estaban en el interior
abandonaran su refugio. El ejército
peruano había tenido más de 150 bajas”.
Como se ve, ponen mucho cuidado los chilenos para no
confesar cuál fue el número efectivo de su ejército; tienen razón, les mermaría
tal declaración las glorias que se han atribuido. Sin embargo, por más que ocultan la verdad es positivo y se confirmó por
numerosos testimonios, y además, por las declaraciones de los dos soldados que
tomamos prisioneros, que fueron 500 bien armados y equipados.
He dicho antes, y lo repito, nuestras fuerzas se
componían de 240 plazas del batallón Canta, desigualmente armados y de 60
canteños voluntarios, mal armados y peor equipados, que hacían un total de 300
hombres. La desigualdad en ese combate
estuvo de parte de las fuerzas peruanas, y a pesar de ella, alcanzamos un
triunfo brillante que no pueden ni podrán jamás empañarlos, las argucias y el
interés malévolo de los chilenos.
Vicuña Mackena, en su historia, ocupándose del combate
de “Sángrar” dice: “Desde la salida de nuestras tropas de Valparaíso sobre las
aliadas Perú-Bolivianas, sólo han tenido dos contrastes “Tarapacá” y “Cuevas”
(Sángrar): este último cruel, sangriento e inhumano combate habido entre las
fuerzas del regimiento “Buín” de la división Letelier y 700 peruanos comandados
por el coronel Manuel Encarnación Vento”.
El diario chileno “El Tarapacá”, del 27 de junio
último, conmemorando el 30 aniversario de ese combate, en uno de sus párrafos
del artículo que publica sobre el particular dice: “No fue combate, porque no
podemos llamar tal a una acción en que se defendieron 50 hombres contra 3,000
que los cercaban por los cuatro puntos cardinales. Fue por lo tanto, más que un combate, un
episodio brillantísimo en que se puso cada vez más alto el relieve, el valor y
serenidad de los soldados de Chile; un rasgo heroico de increíble ardimiento,
casi locura sublime”.
A medida que transcurre el tiempo, va pareciendo más
grandioso a los chilenos el combate tantas veces nombrado; no es ya un
sobreviviente que asegura que los peruanos eran 1000, es un periódico, que
triplica esta cifra para presentar a los soldados de su país como héroes
incomparables. Insisto en que se practique la investigación insinuada; si esto
se hace me proporcionará la satisfacción de ver confirmada mi relación.
También se atribuye de otro lado al coronel Vento la
inocente candorosidad de haber felicitado personalmente y por medio de un hijo
suyo a los militares chilenos que pelearon en “Sángrar”, en repetidas
ocasiones. Es esta una impostura de que
se vale Ibarra para dar fuerza a sus falsas afirmaciones: viene a turbar la
memoria de aquel jefe mesurado y valeroso, con la calumnia indigna, sin saber
sin duda, que es muy necio referirse y citar en esta clase de asuntos, a
apersonas que ya no existen.
He querido ocuparme detalladamente del combate de
“Sángrar” aprovechando de la oportunidad que se me ha brindado y que quizá sea
la última: estoy enfermo y lleno de achaques, por dos razones: para refutar al
chileno Ibarra y para que exista una relación completa de aquella hermosa
jornada a fin de que, cuando se escriba la historia verdadera de la última
guerra exterior sea incluida en sus páginas.
Conviene también que recuerde en esta comunicación
cual fue siempre el valor y patriotismo de los canteños desde los primeros
albores de nuestra emancipación política.
La historia refiere la acción del capitán de guerrilleros don Cayetano
Quiróz. Que en unión de unos cuantos patriotas hostilizó el 2 de mayo de 1821
al general Ricaffort, que bajaba con una división del departamento de Junín, en
el sitio denominado “Chinquilpata” a pocas cuadras de la ciudad de Canta,
fracturándole una pierna. El
generalísimo don José de San Martín dispuso por decreto de 24 de noviembre de
ese año, que los canteños de 15 a 50 años usaran como distintivo por ese hecho
un escudo elíptico en el brazo izquierdo con la siguiente inscripción: “A los
constantes patriotas de la provincia de Canta”
El congreso de Huancayo de 1839. Siendo diputado por
Canta el señor Gregorio Vento, refrendó la disposición del gobierno y dio a ese
pueblo el título de “Heroica Villa”.
Para concluir incluiré la nómina de los principales
actores de combate de “Sángrar que es la siguiente:
Coronel Manuel de la E. Vento, Emilio Fuentes, Juan P.
Bao, Lorenzo Vento, Victoriano Calderón, Marcos Icochea, Santiago Chávez,
Hermógenes Bao, Wenceslao Vento, Manuel R. Alvarez, Esteban Becerra, Martín
Valderrama, Andrés A. Hidalgo, Clemente Izaguirre, Cornelio Espinoza, Juan de
M. Meza, el que habla y otros más.
Perdone usted señor director que me haya extendió
demasiado pues la naturaleza de asunto así lo exigía: quise hacer una relación
suscinta y en forma sencilla del combate de “Sángrar y parece que he cumplido.
Mande Ud., en el afecto de su atento y S.S.
Fdo. LUIS G. ESCUDERO
(*)
Documentos proporcionados, el manuscrito de la carta por Wilfredo Icochea Camacho y la publicación
en LA PRENSA por Luís Cajavilca Navarro.
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